domingo, 18 de mayo de 2025

C.1. La necesidad de representarnos: el cuerpo humano, el retrato, el modelo ideal y el modelo subjetivo. Obras: Doríforo (Policleto)


 La necesidad de representarnos es un hecho que evoluciona desde lo idealizado hasta lo profundamente personal.

El cuerpo humano ha sido un tema central en el arte desde sus inicios. Esta necesidad de representación probablemente surge de un deseo humano fundamental: comprendernos a nosotros mismos, comunicar nuestra existencia y dejar una huella.

Siguiendo el epígrafe de la pregunta, para llegar hasta la representación idealizada del Doríforo, comencemos haciendo unas aclaraciones sobre el cuerpo humano y el retrato en la Historia del Arte:

El cuerpo humano: Como el recipiente de nuestro ser, el cuerpo humano es un foco natural para la exploración artística. Su belleza, fuerza, vulnerabilidad y potencial expresivo han cautivado a artistas de diversas culturas y épocas. Desde las antiguas figuras de fertilidad hasta los desnudos renacentistas, el cuerpo ha servido como lienzo para explorar la anatomía, la proporción y la esencia misma de la humanidad.

El retrato: Más allá de la representación general de la forma humana, el retrato emerge como un intento específico de capturar la semejanza y, a menudo, el carácter de un individuo. Ya sea a través de la pintura, la escultura u otros medios, los retratos cumplen varios propósitos: conmemoración, afirmación de identidad y estatus, y conexión íntima con el espectador a través del tiempo. Pensemos en la tradición del busto romano o en los retratos renacentistas que buscaban revelar el mundo interior del retratado.

El modelo ideal: Aquí es donde el Doríforo ("Portador de lanza") de Policleto se vuelve particularmente relevante. Creada en el siglo V a. C., esta escultura se considera un excelente ejemplo del ideal griego clásico de belleza y proporción masculina. Policleto buscó codificar estos ideales a través de su "Canon," un conjunto de proporciones matemáticas que se creía gobernaban las proporciones armoniosas del cuerpo humano. El Doríforo encarna la symmetria (conmensurabilidad de las partes) y la proporción (con sus siete cabezas) y el rhythmos (movimiento y pose equilibrados), presentando una figura de perfección atlética y serena apoyada en el suelo con un claro contraposto. Este "modelo ideal" no se trataba necesariamente de representar a un individuo específico, sino más bien de encarnar un conjunto de principios estéticos y filosóficos.

El modelo subjetivo: En contraste con la búsqueda de un ideal objetivo, el modelo subjetivo enfatiza la perspectiva individual, las emociones y la interpretación del artista sobre la forma humana. Este enfoque ganó prominencia con el auge del arte moderno. Los artistas comenzaron a alejarse de la estricta precisión anatómica y la belleza idealizada, utilizando en cambio la figura humana para expresar estados internos, comentarios sociales o preocupaciones puramente formales. Pensemos en las figuras distorsionadas del expresionismo o en las formas fragmentadas del cubismo. En este contexto, el "modelo" se filtra a través de la lente única del artista, lo que resulta en representaciones altamente personales y, a menudo, no convencionales.

Entonces, mientras que el Doríforo se erige como una poderosa representación de un "modelo ideal" construido culturalmente, la historia más amplia del arte revela un diálogo continuo entre esta búsqueda de la perfección y la apremiante necesidad de representar la forma humana en todas sus diversas y subjetivas realidades. La necesidad de vernos reflejados, ya sea en un espejo idealizado o en uno distorsionado, sigue siendo una fuerza impulsora fundamental en la creación artística.

No hay comentarios:

Publicar un comentario